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Descripción archivística
De Soroa Juan, Agustín Con objetos digitales
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(...) sino que siempre estaban en formación para los poco oportunos obsequios en que la Comisión las tenía sumergidas para entretenimiento real de sus miembros y de las tres profesoras que á las niñas acompañaban. Porque debo advertir, aunque sea de paso, que está es la tierra de las Comisiones, por lo mismo que hay mucho desocupo, gran afán de figurar y pocos recursos para emplear el tiempo. Se nombran Comisiones para todo y á propósito de todo; se escriben más oficios y circulares que en un centro burocrático; son tan numerosas y frecuentes sus reuniones ó juntas que parece que se está siempre en sesión permanente; la mayor parte de los asuntos que las pretextan no tienen importancia, ó no necesitan para una resolución del esfuerzo aunado de tantas personas, que por fin casi nada suelen resolver, pero... se pasa el rato, que es de lo que se trata, aun tal vez sin darse cuenta de ello sus miembros. Una de las Comisiones aun en egercicio (sic), tiene por objeto imprimir las poesías, á todas luces poesías verdad de Manuel Lobo; por supuesto, con dudosísimo éxito, pues ya he indicado que, fuera de tres ó cuatro verdaderos intelectuales, los demás se burlan de él, se toman á chacota y le tienen por loco.

Lástima grande que este pueblo, que es muy bonito, como nuevo que es y que reúne tantos elementos naturales para ser una buena estación de verano por su hermosa playa y moderado calor é invernal por su benignísima temperatura, esté tan abandonado en lo tocante á policía urbana. Se tiran aguas sucias enmedio (sic) de la calle, y animales muertos en la playa; se ven materias fecales por todas partes; y el varadero de la playa, de que ya he hablado como de sitio donde se cometen casi á toda hora todo género de actos inmorales es también un estercolero y una letrina en el orden material. Mucho de esto es imputable al Ayuntamiento de Mazarrón, que poco ó nada se ocupa de lo que redunde en beneficio del Puerto, pero no cabe duda que en gran parte tienen la culpa los vecinos con su incultura y los autoridades locales de todo orden con su abandono, apatía y complacencias serviles; como también tienen estas la culpa de la existencia del inmundo prostíbulo del Rihuete, que, siquiera por razones de higiene pública, nunca han debido permitir su existencia, aparte de las de orden moral.

Algunas palabras dedicaré á los fantasmas. En cuanto termina el verano (y en el Puerto se declara á rajatabla terminado en cuanto se quitan los kioscos de la playa, que suele ser á mediados de Septiembre) se comienza á hablar de individuos que se ven vestidos con imponentes atavios y coronados por (...)

Fotografía 250: El Rigüete. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,3 x 10,9 cm.
Fotografía 251:Rambla y pozos del Rigüete. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,9 cm.
Fotografía 252: Pozos y lavadoras del Rigüete. 1920. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,9 x 9,8 cm.

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una luz con objeto de asustar á los escasos transeúntes nocturnos. Hay en esto una buena dosis de fantasía, y yo por mi parte nunca he logrado ver á ninguno de estos fantasmas, pero algo de realidad hay; y se explica por los frecuentes alijos de contrabando, ó para encubrir algún lío deshonesto, como sucedió con un figurón vestido de oro que se vió (sic), según dicen, hace algunos años. Lo sorprendente es que los tales fantasmones siempre parece que se ven por el mismo sitio (alrededores del callejón por donde va la vía férrea desde la estación al muelle). Pero sea lo que sea, prueba todo esto la escasa vigilancia de las autoridades, y lo mismo hay que decir á propósito de los atracadores de que por la misma época comienza á hablarme también casi todos los años, como este último otoño ha sucedido y que indican mayor deseo de asustar (y seguramente, como decía antes, con fines de contrabando) que de perjudicar á transeúntes. Pero los guardias municipales y los serenos son, según parece, los únicos que ignoran estos rumores, y no se ocupan de semejantes menudencias, sino de dormir ó de guardar las puertas de las casas de sus protectores; solo los carabineros suelen vigilar ó hacer que vigilan. También debían intervenir las autoridades en la escandalosa carestía de los artículos y en la descarada explotación con que los vendedores y comerciantes se enriquecen. Baste decir como muestra, que el verano pasado se vendían en los kioscos las botellas chicas de cerveza del Águila á 80 céntimos cada una; y los helados también tenían precios desproporcionalmente caros.

Es notable la frugalidad en la comida de la mayor parte de estos vecinos. La melva salada, acompañada de pan y tomate, es la base principal de alimentación de la gente trabajadora (y aun de gente más acomodada) y están fuertes y sanos, y mas teniendo en cuenta que se trasnocha y se madruga mucho, pues solo en verano se duerme la siesta, muchas veces en plena calle. Es gente muy robusta, sana y bien formada y que suele alcanzar edades avanzadas. Lástima grande que el vicio precoz vaya (...) t degenerando en la actual juventud á una raza tan fuerte, y vaya aportando un contingente, cada día mayor por desgracia á la tuberculosis. El tipo de los jóvenes de hoy en el Puerto bien claro lo está indicando.

Se tiene en el Puerto verdadera veneración por los varios extrangeros (sic) que vienen destinados á la fábrica de fundición de la Compañía Metalúrgica; veneración injustificadísima y que es solo mera prueba de la ignorancia ambiente de la realidad de la villa. Los tales extranjeros son considerados en el Puerto como personages (sic), sin hacerse cargo de que personas que abandonan su patria para vivir un buen número de años en un pueblo como este, expatria (...)

Fotografía 253: Huerto de Aniceto. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,6 cm.
Fotografía 254: El Rigüete y huerto de Aniceto. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,9 x 10,4 cm.
Fotografía 255: El Alamillo y huerto desde el Rigüete. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6 x 10,2 cm.

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expatriados para ganarse la vida indican tener pocos recursos y poco arraigo en sus países respectivos, y que no son, ni muchísimo menos, lo que en el Puerto se figuran. El respeto y la adulación llegan á lo sumo del servilismo (aun por personas que por muy (...) se tienen) tratándose del ingeniero director de la Compañía Metalúrgica y yo, durante los años de la guerra mundial, he oído hablar de este señor como si estuviera tan enterado de la alta política universal como el mismísimo Canciller del imperio alemán. Para esta gente todos estos extranjeros son sabios eminentes y poco menos que príncipes de la sangre. Lo que sí debe reconocerse es que son estos extranjeros mucho más activos, trabajadores, correctos y finos que los del país. Herr Hans Nonnast es de lo más agradable y simpático en todos los terrenos que se puede concebir), y hay que disculparles, si esa servil adulación de que son objeto, es causa á veces de que se crean verdaderos personajes y [...] que todo les es debido.

Algo de esto sucede también en el Puerto con los forasteros que vienen á él como funcionarios públicos, y se puede repetir, mutatis mutandis todo lo dicho respecto (sic) á los extranjeros. Recuerdo ahora los elogios tributados á la distinción con que la esposa de un administrador de Aduanas hacia los honores de un casa? en un selecto y espléndido té que dió (sic) hace un año escaso (esto no es cursi reseña de periódico provinciano, si no se me decía, empleando casi estas mismas frases encomiásticas de vulgar revistero, por una señora); y todos sabemos, fuera del Puerto, que los funcionarios de Aduanas son de origen modestísimo en general. En esto muchas veces hay más novelería que servilismo, pero siempre prueban notable desconocimiento del mundo.

He hablado varias veces por incidencia de los círculos (Casino y Peña), que, con el café de Ballesta ó del Sol y el Pósito Pescador, constituyen los centros de reunión masculina del Puerto. Aunque no faltan rígidos impugnadores (probabilioristas?, como les llama en Teología Moral) de la vida de círculo, no se puede negar que en la constitución actual de la vida moderna hay que aceptarlos, como hay que aceptar los restaurantes, hoteles y café, y todo lo que supone una prolongación neutral y supletoria del domicilio propio, pues si bien no cabe duda que facilitan todos ellos toda la clase de vicios (y en especial los círculos el juego, de que casi todos viven), estos [...]

Fotografía 256: El Alamillo. 1918. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,7 cm.
Fotografía 257: Era en el huerto de Aniceto. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,8 cm.
Fotografía 258: El Alamillo desde el Rigüete. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,7 x 10,6 cm.

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les resultan per accidens y no son (salvo casos muy excepcionales) el motivo de su creación; de la misma manera que el poeta latino Tibulo, no culpa, en inmortal elegía, de los estragos de la guerra, el inventor de las armas que solo se propuso al inventarlas dotar á la humanidad de medios de defensa contra las fieras; y por algo la autoridad pública interviene en la vigilancia de estos establecimientos y en los estatutos constitutivos de los círculos, cuyo visto bueno necesitan. Así que en su fondo nada hay que censurar en los dos círculos del Puerto, que sirven, como todos sus similares, para sola reunión y entretenimiento de sus socios, que hasta echan sentados en sus cómodos sillones buenas siestas en el verano; el mal uso que de ellos se haga no es imputable sustancialmente á dichas sociedades. Animan á la población, sobre todo en verano; y la Peña suele celebrar algunos bailes y verbenas que, por cierto, suelen terminar de mala manera, como es siempre de esperar, dada la pésima educación de una buena parte de sus socios, que hasta se niegan groseramente á veces á dejar los sillones que ocupan á las señoras y señoritas que concurren á tales festejos.

El mal más grave que ofrecen ambos círculos es (además de su lenidad en admitir al juego á menores de edad, que por añadidura carecen de fortuna y de medios de procurársela, de lo que ya me he ocupado) su facilidad en admitir á personas que, por una baja extracción social, no saben comportarse con la urbanidad requerida para la vida en sociedad, dando lugar á groserías como la que he indicado en el párrafo anterior. Además, fomentan el ocio de modo especial en la Peña, que es el círculo preferido para la juventud ociosa de que tanto me he ocupado, que allí pasa horas y horas charlando (y en general con conversaciones nada buenas bajo ningún concepto), jugando, aburriéndose (porque ellos mismos reconocen que su vida nada tiene de divertid)a y hasta dormitando, vida nada recomendable y puramente vegetativa. De cuando en cuando estos jovenzuelos cometen alguna imprudencia que provoca la indignación de algún socio serio y se ve en el caso de protestar (y ya será grande la inconveniencia cuando provoca protestas en gente tan dañoramente? tolerante); pero no se ponen cortapisas á los desmanes de tales jovenzuelos que deshonran á la sociedad que los admite y tolera en su seno y que alejan á personas de verdadera formalidad y significación, lo mismo del Puerto que forasteros (tan galantemente admitidos en ambos círculos) que se ven obligados para evitarse disgustos y compromisos á huir de unos centros que frecuentarían muy gustosos si no se vieran molestados por la incultura y grosería de tan estúpida é inadaptada gentecilla; la cual además es muy (...)

Fotografía 259: El Alamillo. 1919. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,8 cm.
Fotografía 260: Cañar del Alamillo. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,6 cm.
Fotografía 261: Cascada del Cañar del Alamillo. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,6 cm.

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misa en pagar las consumiciones y gastos que hace, contrayendo deudas con los conserges (sic) de ambos círculos, sobre todo de la Peña, que nadie se encarga de pagar, y procurando y jactándose de dar, cuando las tienen, monedas falsas. ¿Son estas "hombradas", como ellos se creen, ó canalladas? Y por cierto que lo mismo Antonio el Jato que Frasquito el Rambla, conserjes respectivos del Casino y de la Peña, son dos personas correctísimas y atentas, que no harían mal papel en los mejores círculos de Madrid, y que soportan con excesiva paciencia las brutales exigencias de muchos indignos socios, tan groseros que, ni se les llama la atención sobre los deterioros que en el menage (sic) causan con sus abusos y bestialidades, suelen contestar con apodíctico argumento: «—Para eso pagamos», porque los desventurados, en su carencia de educación, confunden el uso con el abuso, é ignoran que el derecho de cada ciudadano termina donde comienza el derecho de los demás. ¡Qué bien harían en pro de su decoro y de sus mismos intereses materiales ambas sociedades si elevasen el importe de las cuotas de entrada y mensuales, y si fuesen más rígidas en la admisión de socios!

Dos detalles probarán la incultura de estos inadaptados "clubmen": En los dos kioscos que durante el verano se instalan en la playa (de los cuales uno es sucursal del Café de Ballesta, y el otro es propiedad del conserje de la Peña y una especie de dependencia de hecho de este círculo), son muy numerosos los vagos (y no solo jóvenes, sino de los más estirados y serios cotorres? y aun de los que son ó se tienen por notables del Puerto) que pasan horas y horas ocupando sus mesas, sin hacer consumición alguna, pero siendo la causa de que personas que tratan de entrar en los kioscos á tomarse un refresco, desistan de ello y no proporcionan esa ganancia á los dueños por no poder sentarse y tener que marcharse por estar las mesas ocupadas por tan pelunáticos? y gorrones vagos, causando, no solo un lucro cesante, sino un verdadero daño emergente con sus abusos á los dueños de los kioscos. El otro detalle es este: Me consta que muchos socios de la Peña protestaban entre sí indignados al ver que un forastero (pues no está avecindado en el Puerto, aunque es el que pasa en él más largas temporadas) que es el más distinguido por su clase, además de estar adornado del más respetable carácter, era atendido especialmente por el chico que desempeña las funciones de botones del círculo, en virtud de sus propinas (estos "rumbosos clubmen" no acostumbran a darlas casi nunca)...

Fotografía 262: La Casa Colorada. 1919. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6 x 10,5 cm.
Fotografía 263: Punta en la Casa Colorada. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6 x 10,7 cm.
Fotografía 264: Vista general desde la Casa Colorada. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,1 x 10,5 cm.

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y porque ocupaba cómodo sillón en la puerta algunas tardes en unión de un chico del Puerto, que es muy querido de dicho aristócrata (lo que despierta la envidia y las consiguientes crueles críticas por parte de sus nada caritativos paisanos). ¿Cómo es, pues, posible que las personas de elevado plano social y de refinada educación no tenga que huir de tales sociedades, asqueados también al percatarse, y enseguida se percatan de ello, de que son semillero de chismes, detracciones y aun calumnias?

Pero esto merece capítulo aparte, ¡¡Los chismes!! que han motivado que un juicioso é ilustre chico, de aristocrática estirpe, que el pasado verano me acompañó mes y medio en el Puerto, le designase ingeniosa y propiamente con el nombre de Chismópolis y de chismopolitanos á sus habitantes. ¿Y porqué no estampar aquí su nombre? Don Ernesto Martín de Murga y Ayllón, que tuvo que abandonar indignado los sillones de la Peña, que algunas tardes ocupaba en unión del que esto escribe y de Paco Cervantes, ante las rechiflas de jóvenes groseros, excitados, según parece, por personas que por más consciente y que cobardemente se valían de jovenzuelos, insolentes, sí, pero incautos é inexpertos; dando origen á una cuestión personal con el más artero de estos muchachos, no llegándose á vías de hecho por la cobardía del molesto joven, que quedó perfectamente retratado es sus inolvidables y estupendas frases durante la discusión, que produjo gran escándalo y revuela.

Es bien sabido que en todos los pueblos que hay gran tendencia á ocuparse de la vida y milagros de cada uno, por efecto de un pequeño medio social; pero con las características tan especiales del Puerto, los que ya le conocemos bien, no tenemos noticia de que se cultive el chisme y la murmuración en ninguna parte. Porque, en primer término, las faltas contra el octavo mandamiento del decálogo suelen ser patrimonio especial del sexo femenino en general; pero en esta población, aunque las lenguas de las mujeres son también (siempre hablando con la generalidad correspondiente) diabólicas y viperinas, los hombres también cultivan el chisme y la crítica con un refinado ensañamiento digno de la más implacable bruja y por eso los sitios donde se resumen son semilleros de las más mordaces habladurías, y se convierten así los círculos en sucursales de plazuelas. Todo se comenta, se lleva la cuenta de las pasos y direcciones que cada uno toma al salir á la calle; por qué razón se dirige uno á la izquierda y no á la derecha; nada hay respetable ni sagrado, ni nadie se libra de un asquerosas babas. (...)

Fotografía 265: Rocas de la Playa Negra ó del Griego. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,9 x 10,6 cm.
Fotografía 266: Playa Negra ó del Griego. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,3 x 10,7 cm.
Fotografía 267: Playa Negra ó del Griego. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6 x 10,6 cm.

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no hay vicio, ni aun delito que no se atribuya con la más culpable ligereza y por las más frágiles y ligeras apariencias; y como es muy humano atribuir y hablar de aquello que nos llena y ocupa (ex abundantia ex cordibus suis?), suelen recaer con preferencia las murmuraciones sobre materias prohibidas en el sexto mandamiento, concubinatos, adulterios, sodomías; todo se atribuye como si la honra del prójimo fuera cosa baladí y no digna de respeto; apurando la nota hasta el extremo de que, si se habla de un adulterio, por ejemplo, no se limitan á atribuir el hecho pecaminoso á secas, sino que hasta llegan á afirmar que el hijo de la temerariamente toman por adúltera, no ha sido procreado por su marido, sino por quien los excesos más vergonzosos y por ende más secretos, dan tales detalles que parece que se han cometido ante ellos (lo que por fortuna desacredita á estos inverecundos y encallecidos chismosos).

Se goza en desbaratar noviages (sic), infernar matrimonios, destrozar santas amistades, imposibilitar beneficiosas protecciones, ahogar el agradecimiento, destruir una obra buena, ó echar abajo una útil institución, pues estas abominables y cobardes murmuraciones, si bien sirven para distraer el tiempo á los ociosos y vagos (estos chismosos y detractores pertenecen á todas las edades y sexos y á todas las clases sociales que forman la sociedad del Puerto), son producidas de ordinario por la envidia que es el más vergonzante y vergonzoso de todos los pecados. y por el incomprensible prurito de hacer mal, aunque este mal no reporte provecho alguno al que lo hace . Sé de una persona, y de las más notables por cierto, á quien he tratado como verdadero amigo y con quien he tenido las más responsivas confidencias, y que en mi casa me daba la razón, que á la espalda me consta que me ha tratado de indisponerme con alguien á quien quiero mucho y protejo, tratando (y consiguiéndolo) de infernarme con sus padres. Recuerdo también el maligno gusto con que otra caracterizada persona me hablaba no hace mucho tiempo del escándalo que, según ella, habían producido en el Puerto bromas tan inocentes como fingir en mi casa los gemidos de un duelo, y haber salido con mis familiares cierta noche en dirección al cementerio (quedándonos por cierto á la mitad del camino). El caso es mortificar, y nada (...)

Fotografía 268: Rocas de la Playa Negra ó del Griego. 1922. Firmado a mano por F. Jorquera. Tamaño: 6,4 x 10,9 cm.
Fotografía 269: El Caballo. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,4 x 10,8 cm.
Fotografía 270: Playa Negra ó del Griego. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,3 x 10,7 cm.

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Hay que advertir, aunque sea de paso, que no hay gente como la de que trato que sea más proclive á sentir el escándalo farisaico, en un afán á ver malicia en todo y en un general manifiesta mala intención, tan patentizada en estas malévolas habladurías. ¡Cuánto gozan los tales en destruir la más intachable reputación! ¡Qué placer más incomprensible el de sembrar la duda y la discordia! ¡Con qué deleite tan mal sano se acojen(sic) en estas tertulias las más absurdas patrañas, con tal de que puedan ser perjudiciales para alguien, alto o bajo! Conozco á uno de estos detractores (por cierto persona de carrera) que adquirió ¡aun en Chismópolis! tan grande y merecida fama de hablar mal de todo el caía bajo el filo de sus archifemenina tigera (sic), que cuando en una oración, y por rarísima excepción en tal caballero habló bien y elogió á una persona, motivaron tales elogios las críticas posteriores del auditorio, por pensar y raciocinar así: «—¿Qué habrá entre ellos, si Don Fulano, que habla mal de todo el mundo, habla bien de este? ¿Porqué será esto?», es decir, que las alabanzas de tan encallecido numerador? manchaban aún más que sus críticas. Es muy grande, repito, el placer que estos infortunados detractores experimentan en pulverizar toda relación santa buena, pero cariñosa entre dos personas, y en infamar á los que hacen objeto de sus críticas. ¿Qué se toma cariño á un niño pequeño y se le quiere proteger? Es que es hijo del protector, según estas infames críticas y hasta se llevan en cuenta los meses de la gestación, á ver si pueden aportar un nuevo indicio. ¿Que el protegido es un joven? No hay entonces duda para estos indignos habladores: es que entonces median entre protector y protegido relaciones homosexuales, y hasta hay quienes dicen haber presenciado ambos actos torpes, que de ser ciertos, se hubieran seguramente realizado con la clandestinidad correspondiente (y esto sin perjuicio frecuentemente de que el detractor esté dispuesto á que su hijo suplante al criticado protegido, aun en los vergonzosos actos que le atribuye con tal de medrar con tal protección), ó bien si la edad de ambos lo permite, también se atribuyen relaciones de paternidad. Para estos individuos no hay cariño puro y espiritual, en todo tiene que aparecer la más casual concupiscencia. Y excuso decir que en todo se compromete gravemente la honra de las mujeres, á cuya costa se quiere explicar todo. Ni hay mujer honrada, ni relaciones puras y santas entre hombres y mujeres, si aun entre personas del mismo sexo para estos depravados maldicientes que á semejanza de los fariseos, ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el suyo; pues la mayor parte de los que en todo ven casos malos y hablan así, tienen, y no poco, por que callar, pues unos están amancebados, otros son jugadores, los hay que son maridos...

Fotografía 271: Peñasco de Yuyú. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,5 cm.
Fotografía 272: El Peñasco de Yuyú. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,7 cm.
Fotografía 273: Frente al merendero de Navarro. 1922. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,3 x 10,8 cm.

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complacientes, no faltan sodomitas, explotadores del pobre y deudores de las ganancias de los que dependen de ellos, otros han adquirido su fortuna por medios ilegales y hasta penables, etc. Sucede, por ejemplo, que se reúnen cuatro personas á criticar en una tertulia, se levanta una de ellas, y las tres restantes comienzan a desollarla. Los que pasean en el verano por delante de las tertulias establecidas en las puertas de los círculos, bien pueden tener la seguridad de que en las tales tertulias les confeccionan en el momento abrigados trages (sic) con sus afiladas tijeras. ¿Qué más? Se sentaba inocentemente cierto sacerdote el verano anterior por las tardes en la puerta de la Peña, y cruzando las piernas, enseñaba una porción de pantorrilla, por llevar cortos los pantalones para que no asomasen bajo la sotana, cosa que en ninguna parte ha llamado la atención, y menos entre hombres; pues bien, en la Peña chocaba y escandalizaba farisáicamente esto; señal por otra parte muy significativa de cosas no muy varoniles y sí muy vergonzosas.

Y claro está que como todo murmurador de oficio, además de envidioso es cobarde, llevan estos su cobardía hasta el extremo de valerse con frecuencia de los anónimos, tan usados en este pueblo para los fines más malévolos y para desprestigio suyo. Conservo uno en mi archivo, dirigido a mí el año 1920 contra un chico de 16 años, á quien quería mucho y trataba de proteger, denunciándome para desprestigiar y perjudicar a dicho chico, ciertas aventuras que con dinero mío había realizado en reciente viaje a Cartagena, según el vil autor del papelucho; falsedad que quedó plenamente probada porque el tal muchacho había ido por orden mía acompañando á un angelical niño, de quien ni un momento se separó, según manifestación y testimonio del mismo niño. Es de admirar la hipocresía de estas gentes chismosas, que hieren traidoramente por la espalda, mientras que á la cara lamen y adulan, y hasta fingen gran indignación por lo mismo que ellos hablan á la espalda. así es que es corriente que al hablar con cualquiera de estas personas de estos gravísimos defectos de la gente del Puerto, contesten dando la razón y lamentándose á su vez amargadamente; lo que haría suponer que era una excepción el interlocutor; pero como lo mismo sucede con todos y cada uno de los que se habla, resultaría, según esto, que todos eran excepciones, pues todos hablan mal del Puerto y que la regla general era un ente de razón que no tenía realidad, por no tener ni quien aplicase?; fenómeno curiosísimo observado también por un digno funcionario que ha vivido en el Puerto bastantes años, y al mal, como á mí, ha chocado mucho la facilidad con que todos estos vecinos son los primeros en cen?...

Fotografía 274: Desde el peñasco de Yuyú. Firmado a mano por F. Martín Ayllón. Tamaño: 6,1 x 10,5 cm.
Fotografía 275: Playa y punta del Mojón. Firmado a mano por F. Martín Ayllón. Tamaño: 6,1x 8,5 cm.
Fotografía 276: Isla Plana desde el Mojón. 1920. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,6 x 10,9 cm.

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rar? estos defectos del Puerto, sin que nadie se crea estar comprendido en ellos, cuando suele estarlo y bien. Un fenómeno muy notable en esta gente, revelador de hipocresía y falsedad, es la tendencia á no mirar durante la conversación á la persona con que se habla y la hosquedad en la mirada.

Otra curiosa y típica especialidad de estos chismes chismopolitanos es su carencia muchísimas veces del menor vestigio de apariencias para su invención, y lo mismo en cosas graves que en cosas sin importancia, como probaré después con dos casos. Es bien sabido que la verdadera interpretación del conocido y manido refrán: "Cuando el río suena agua trae" no es precisamente que sea exacto el dicho de la gente, sino que hay posibilidad de que lo sea; es decir, en términos metafísicos, la potencia, no precisamente el acto. Por eso, cuando se critica á dos personas, será muy temerario dar por cierto lo que se critica, pero es indudable que esas dos personas criticadas están en condiciones y posibilidad se realizan el acto que se les critica, aun cuando de hecho no lo hayan realizado, ni se les haya ocurrido realizarlo. Pues bien, nada de esto ocurre á veces en el Puerto, pues se comentan cosas á lo mejor sin la más remota posibilidad, ni la más ligera apariencia de fundamento. Y vayan los dos casos ofrecidos, uno en materia grave y otro en leve, que prueban esto mejor que todas las consideraciones: Causó en Madrid en las personas que de ello se enteraron gran estupefacción y verdadero escándalo la interpretación que una respetable y sensata persona constituida en autoridad en el Puerto dió a una pregunta mía tan inocente é inofensiva como esta: «—¿En qué relaciones está Fulano con Don Mengano y Don Zutano?», interpretación terrible, pues se tomaba en el sentido que yo sospechaba entre Fulano y las otras dos personas respetables más relaciones culpables, cuya idea jamás se me ocurrió. Todos unánimemente censuraron con gran acritud á dicha autoridad, acusándole, por lo menos de suma é indisculpable temeridad. Motivó la cosa durísimas cartas, tremendos comentarios y á poco más hasta una querella criminal por mi parte por injuria y calumnia; en fin, pudo traer los mayores disgustos y escándalos. Pues bien, á mi llegada al Puerto y después de francas y leales explicaciones con la aludida respetable persona, todo se explicó y puso en claro. Es que se había dicho en el Puerto que en el verano de 1921 había yo puesto un espía frente a la casa del Don Zutano de la pregunta para que observase si el precitado Fulano entraba á deshora; cosa que, por supuesto, era completamente falsa, pues no se me pasó por la imaginación semejante atrocidad. ¿De dónde se sacarían, y en qué fundarían absurdo semejante, que tanto daño estuvo á punto de causar?

Fotografía 277: La Galerica. 1920. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,5 x 10,7 cm.
Fotografía 278: La Galerica. 1920. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 6,2 x 10,7 cm.
Fotografía 279: Balandra BUEN AMIGO. 1918. Firmado a mano por F. Soroa. Tamaño: 5,9 x 10,7 cm.

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